Catalina es muy divertida, cariñosa, risueña, cercana y tan normal como tú y yo… durante la velada compartió con nosotros su experiencia profesional a la hora de poner en marcha los centros de día para mayores «Vitalia». Pero los únicos números que dio al respecto sin perder la sonrisa fueron las 880 sucursales que se recorrió hasta conseguir financiación, los 10 años que lleva luchando por un sueño y las 18 horas que se pasa trabajando al día.
Catalina desprende pasión, optimismo y felicidad, es muy consciente de haber cumplido un sueño pero más aún de la responsabilidad que conlleva. Sabe que no trabaja para clientes sino para personas, para familias que confían en ella. Sigue de cerca y con celo cada uno de sus centros, no solo los propios sino también los franquiciados, para asegurarse que se trabaja su metodología de la forma más correcta.
El sueño de Catalina era conseguir que nuestros mayores fueran tratados como personas con mucha experiencia, mucha sabiduría y algún que otro achaque pero no como a niños pequeños. Dice que la voz de alarma le salto cuando trabajando en un centro geriátrico vio cantar «pajaritos por aquí, pajaritos por allá» con cara de pocos amigos a un grupo de ancianos después de hacer una ficha en la que debían de colorear un pato… quiso cambiar las cosas pero le argumentaron que «eran personas que se iban a morir pronto y no merecía la pena hacer nada más»… afortunadamente para todos, Catalina lo encontró devastador. Ella tenía otra manera de ver las cosas. Su objetivo fundamental es conseguir que tengamos el máximo nivel de calidad de vida todo lo que nuestro cuerpo aguante. Yo la verdad me quedo más tranquila pensando en mis mayores y en mí misma para cuando me toque. Aquí podéis ver en que consiste su metodología Hoffmann que se estudia hasta en ¡Harvard!
Entre sus anécdotas, nos reímos mucho cuando nos contaba que la gente suele pensar que su metodología Hoffmann fue creada por su abuelo y no por una chica de, entonces 24 añitos. Dice de sí misma que no es muy inteligente sino una trabajadora nata, no en vano nos contó que tras pasar unos tests en el colegio le dijeron a su madre que su «hija era border line…» ¡qué cosas!
Entre los invitados a la velada había dos fisioterapeutas, una terapeuta ocupacional, una ex directora de residencias de la tercera edad, una director de marketing de una gran empresa farmacéutica, y tres personas más ajenas a esta profesión pero fans absolutas de nuestros «abuelos». Todos sin excepción quedamos enamorados de Catalina y contagiados de su entusiasmo por conseguir no solo alcanzar nuestros sueños sino porque estos tengan como objetivo una misión tan bonita como la suya.
Ha recibido ya muchos premios pero ni los menciono, fui yo quien le pregunté cómo era recibir el Premio de la Fundación Príncipe Girona a la Empresa 2013 de las manos de los entonces Príncipes de Asturias. Me contesto que fue el segundo mejor día de su vida (antepuso su boda ;-)) y que las palabras que le dedico Don Felipe le emocionaron muchísimo. Nos contó que cuando la llamaron para decirle que le iban a dar este premio estaba con 40 de fiebre y casi no tenía voz. La chica que le llamo le pidió por favor que cuando se recuperará le llamará de nuevo para gritar con entusiasmo ya que era la primera «premiada» que no lo había hecho… es tronchante cómo cuenta las cosas.
En cuanto a si tiene tiempo para su vida privada, o si ésta le ha cambiado mucho desde que es conocida, nos confesó que a veces es complicado gestionar todo pero que siempre le merece la pena. Disfruta de la parte buena de poder ayudar y hacer felices a los demás de una manera que para ella es natural y sencilla como visitar personalmente a muchos de sus pacientes causándoles un rato de emoción y felicidad que ella también vive con ilusión.
Catalina además participó activamente asesorando sobre el Alzheimer en la película «y tú, ¿quién eres?» de Antonio Mercero. También ha escrito ya dos libros «Emprender soñando» y «Cumplir años con salud». Siempre, cada cosa en la que participa, tiene como objetivo «ayudar a los demás»… si hasta en la cena andaba tomando notas sobre cosas en las que podía ayudar a los invitados que compartían velada con ella… ¡una pasada de persona!
Ahora viene mi petición hacía todos los que leéis estas palabras: Catalina ha puesto su dinero personal y su vida en la Fundación que lleva su nombre y que pretende ayudar a los ancianos que no tienen recursos. Yo lo veo como una oportunidad de oro para colaborar ya sea en forma de donativo económico, o en tiempo de dedicado a estas personas que podían ser nuestros abuelos, en nada nuestros padres y en un ratito nosotros mismos… ella cuenta que no tiene mucho éxito por el momento pero quiere dedicarle toda su vida a este proyecto porque sabe que es necesario. Yo pienso aprovechar la oportunidad… ¿y tú?
Tengo millones de recuerdos de mis abuelos, sólo tuve la suerte de conocer a dos pero dejaron en mí una huella bien marcada.
Mi abuelo, un hombre que triunfó a base de sacrificios y mucho trabajo, que perdió a su mujer y al poco tiempo a su hijo pequeño y a pesar de la tristeza nunca le faltó una sonrisa para todos. Un señor portugués, alto y con «charme» a raudales que me dejaba pintarle las uñas solo por verme feliz, y me escribía cartas maravillosas por mi cumpleaños que guardo como tesoros.
Se valió por sí mismo casi hasta el final, 92 años, pero seguramente pasó algunos ratitos de soledad… Me habría gustado que hubiera podido ir a un centro de día como Vitalia, con colegas de su quinta manteniéndose activo y con personas que le trataran con todo el cariño y respeto que merece.
Mi abuela Isabel, nació en 1900 y murió en el año 2000, vio pasar coches de caballos por Cibeles, comió mondas de patatas durante la guerra y murió con teléfono móvil propio. Vivió cada uno de los días de la posguerra, la dictadura, la transición y por fin la democracia. Se quedó viuda, perdió a uno de sus hijos… pero también vivió feliz e intensamente, nos hizo mil trampas jugando a las cartas y murió llamando a su madre con 100 años… para ella quiero lo mejor del mundo; respeto, el tratamiento adecuado y sobredosis de cariño. No un cuaderno para pintar patos aparcada en una silla de ruedas .
Mis abuelos eran enciclopedias de vida con un valor incalculable. Mira que me contaron historias, pero la de cosas que no les pregunté…!!
Catalina, ojalá alguna de las personas que van a «Vitalia» se anime a ser nuestro próximo «experto». Aquí me quedo esperando a disfrutar de su compañía y de su mejor enseñanza: la experiencia. No pienso perderme ni un detalle de todo lo que quiera compartir con nosotros, sé muy bien que todo lo que pueden contarnos no podemos encontrarlo en Google…
¡Ya sabes que no me canso de darte las gracias!
Con más ilusión cada día,
Silvia