[ Fotografía ] Silvia
[ Post ] Ana Dueso @ad_theblueballon
Hacer nuestra primera Cena Adivina internacional en Londres ha sido un sueño… lo hemos vivido todo con una gran ilusión y mucha emoción. Desde que me reuní con nuestra anfitriona en un café de Madrid, hasta que me vi allí en su casa preparándolo todo con una sonrisa de oreja a oreja.
Muchas noches cuando me pongo a leer vuestros correos me desbordo.. son tan bonitas las cosas que me decís que cada dos por tres me pongo a llorar superada de la emoción. Aprovecho de corazón para daros las gracias por todos estos mails que tanto de animan a continuar con este proyecto que me ha robado el corazón.
Esta velada surge de las ganas que me habéis transmitido para llevar el proyecto más allá de nuestras fronteras. Algo que sinceramente nunca imagine. Los «directos» que hacemos me han hecho consciente de las muchas personas que nos seguís desde todas partes del mundo y que refuerzan el sentir que he encontrado eso que puedo aportar a los demás. Este humilde espacio de dialogo que hacen grande todas las personas que vienen fisicamente y las que os sumáis a través de las rrss. Un espacio que es posible gracias a la generosidad de todos los que participan con ganas de compartir experiencias e inquietudes.
A Elena, la conocí gracias a Patricia Benayas, una querida invitada asidua a las cenas en el séptimo. Y es gracias a ellas que realmente me lancé a organizar esta primera Cena Adivina en Londres. El tema fue «expatriados», una manera de unir a algunos de los mejores españoles que hay por el mundo 🙂
Le pedí a una de nuestras invitadas que fuera ella quien compartiera su experiencia en esta cena. Gracias Ana por este post increíble.
Expatriados españoles (y no expatriados) en Londres
¿Qué diferencia hay entre un expatriado, un emigrante y un nómada?
¿Tiene las mismas consecuencias abandonar tu país por amor, por trabajo, por buscarte a ti mismo o por precisamente todo lo contrario, por necesitar perderte?
¿Es una excusa eso de “me fui a Londres porque quería mejorar mi inglés” cuando en realidad lo que buscas es romper con una vida que en tu país de origen no te compensa o no te ofrece oportunidades laborales a la altura de tus expectativas? ¿Y cómo se mide eso de si compensa? Y aunque te compense, ¿hay que salir igualmente por lo menos una vez de tu “zona de confort”, enfrentarse a la barrera infranqueable del idioma, a una forma diferente de hacer las cosas, al esfuerzo que supone empezar de cero en otro país?
Ahora que los ingleses han decidido que prefieren no ser europeos, nos sentimos algunos, por primera vez, extranjeros en la ciudad más cosmopolita y desacomplejada del planeta. ¿Cuál es ahora mi país? (Siendo de Barcelona, imaginaréis que esta es una cuestión que me veo obligada a plantearme por partida doble, a dos días del 1-O, eso es otro post!)
¿Se puede tener varios países? Varios pasaportes sí, pero me refiero a sentir varios países como propios.
Todo esto y más se planteó el sábado pasado en la deliciosa cena que Silvia de @cenasadivina organizó en la maravilla de casa que Elena, la anfitriona, tiene en Ealing Broadway (Londres). Una reunión de expatriados, emigrantes y nómadas (¡la diferencia suele estar en que los primeros no necesitan hacer Excels para llegar a fin de mes!) que compartimos una relación intensa con la ciudad.
Cuando Silvia me encargó escribir el post sobre la velada acepté encantada. En primer lugar porque es un honor, pero también porque no hay nada que se le pueda negar a esta mujer encantadora, cariñosa y atenta, que con ‘Cenas Adivina’ consigue crear ‘momentos de felicidad’ (ahí es nada). No obstante, sabía que escribir este post me iba a remover porque, después de 18 años viviendo fuera de mi país, todavía no tengo claro DÓNDE. Creo que el QUÉ, CÓMO y CON QUIÉN los tengo claros, pero el ‘dónde’ vivir ya es harina de otro costal.
Fuimos 19 personas con un denominador común: españoles en Londres. Cómo y por qué vinimos, por qué seguimos, si pensamos volver, cómo nos sentimos aquí… Por turnos empezó el hermano de Silvia – ¡casado con una de las pocas personas nacidas en Londres que he conocido en todo el tiempo que llevo viviendo aquí!: mejorar su inglés, estudiar, trabajar eran sus objetivos iniciales. Luego los personales ayudaron a no regresar. Le siguió Rocío, una orensana que concilia 2 trabajos, 3 hijas, un marido y, me pareció, también un gran amor por la ciudad; Sebastián y María (de Córdoba y Granada, respectivamente) aquí se conocieron, aquí cambiaron sus proyectos profesionales y aquí sueñan con el sol y la luz del Sur. Mercedes, Juana y Marta, tres amigas que ya se conocían y que comparten ser madres, clases de flamenco londinenses (!) y un pensamiento que se repitió bastante durante la noche: la amistad cobra una dimensión superior en el extranjero, cuando la familia está lejos.
Los amigos se convierten en la familia elegida porque no puedes echar mano de madre, suegra, hermano, cuando se necesitan. Lo malo se supera sin ellos y lo bueno también se celebra sin ellos. También estuvo Beatriz (@tricocot). Compartió con nosotros que Winchester tira mucho (emigrar por amor) que conciliar dos trabajos con dos bebés no es fácil y que su pensamiento está puesto en su regreso a casa, quizás a su Burgos natal. María, una risueña madrileña, que tras 4 años en Ginebra desembarcó en Londres hace 2 con marido portugués y bebé suizo y aún no echa demasiado de menos Madrid; Begoña, expatriada por una importante multinacional cuyo marido nómada (¡es lo que somos en realidad, my friend!) va y viene a Madrid de lunes a viernes con parada en Barcelona,y que sigue asombrándose todas las mañanas cuando subida al autobús 10 observa la calle pensando “qué pedazo de ciudad… ¡Caramba! pero si yo vivo aquí!” ; Michael, su mágica historia familiar y la importancia de llamarse Francisco (su hijo). Elena, la anfitriona, también madre, también viajera, expatriada, con un bagaje personal que con sólo mirarla a sus ojos brillantes se le adivina y cuyas botas de colores quiero YA (¡se me olvidó preguntarte!). Paloma, mamá de 4 hijos, amante del arte, que calificó Londres como “la más estimulante ciudad”, uno de los adjetivos que, creo, mejor la definen; y Laura de Barcelona, recién llegada, mamá de dos hijos, con experiencia también en NY, que conoció a Paloma allí, (y yo a Paloma, que al final nos conocemos todos), reclutadora profesional en otra gran multinacional y recién estrenando aventura inglesa.
Muchos comentamos que habríamos seguido hablando horas y horas. Todos tenemos mucho que contarnos sin conocernos.
Uno de los efectos más importantes y positivos que tiene salir de España, aplicable por supuesto a los nacionales de cualquier otro país, es que cuando coincides con otro español en el extranjero no miras su DNI, en qué ciudad ha nacido o cuál es su ideología política, religiosa o cultural. En España, sin embargo, nos fijamos en lo que nos diferencia de un canario, de un gallego, manchego o andaluz. Aquí, por el contrario, en lo que nos une, que es mucho, porque ese canario y gallego se parecen mucho más entre ellos que a un pakistaní o a un japonés.
Coincidimos en que esta es una ciudad libre de prejuicios, en la que conoces realmente el verdadero significado de la palabra libertad. Es desde el anonimato en otra ciudad en la que nadie te conoce cuando más sensación tienes de ser libre, de hacer de tu capa un sayo, de poder ir a comprar el pan en chándal, de etiqueta o con un perro verde en la cabeza. Nadie lo notará. Puedes tirarte 5 años viviendo en un edificio y no saber en absoluto quienes son tus vecinos. No importa. Ni reparas en ello.
Es también una ciudad dura y hostil, al principio, en la que abrirse una cuenta bancaria puede resultar una pesadilla (ni imaginar después del Brexit), en la que las enormes distancias convierten tomarse un café con un amigo en necesariamente un café rápido que te ha llevado 3 horas, en la que vivir, alquilar o comprar un “pisito” y escolarizar a tus hijos requiere hacer muchos números (y no salen).
Sobrevivir aquí, si no te toca la lotería o vives de rentas, implica haber hecho un esfuerzo laboral continuado titánico, sin exagerar, y además exitoso. Si tienes hijos, el encaje de bolillos que hay que hacer para llegar a todo, para mantener sin que se caigan los platillos chinos, es brutal. Con el agravante de que la carrera profesional de uno de los miembros de la pareja (casi siempre la mujer) se ve resentida en muchos casos ya que si quiere poder ver a sus hijos y no encomendar su crianza y educación a una canguro/nanny (recordemos que no hay abuelas) tiene que reducir su jornada, o cambiar de trabajo o inventarse uno que se adapte a sus nuevas circunstancias, como hice yo (¡este tema da para otro post!)
En mi caso salí a los 23 años rumbo a NY y ya no volví. Fue por amor pero con el paso de los años me he dado cuenta de que no sólo fue por eso sino también por un deseo de salir de la citada “zona de confort”. Barcelona no me asfixiaba, pero se quedaba pequeña y he vuelto a desearla, a echarla de menos gracias creo a haber salido entonces. La vida nos llevó a mi novio, marido hoy, y a mí a vivir a tope el sueño americano 2 años, para instalarnos en Londres 1 semana antes del derrumbamiento de las Torres Gemelas, trasladados por motivos de trabajo. Tras 8 años aquí y otra temporada en Sydney, regresamos a Barcelona con carácter definitivo. Sin embargo, casi 3 años después volvimos a la capital inglesa, casados, y con un bebé. He aprendido, por tanto, a desterrar de mi vocabulario el término definitivo. Esa es otra característica inequívoca del emigrante: nada de planes a largo plazo, nada de garantizar lo que ocurrirá dentro de 6 meses. Sólo carpe diem en la medida de lo posible. No hay nada seguro nunca, salvo la muerte y los impuestos, decía Churchill.
Como comenté allí, hace mucho que lo más importante no es sino mi vida personal, por encima de la profesional.
Y mis decisiones han girado siempre en torno a ello. Me licencié en Derecho, hice mi master en derecho de familia y preparé oposiciones a notarías durante años (mientras vivía ya fuera, así que fui una opositora atípica). Pero como dijo Sebastián en la cena, tú sabes desde tu fuero más interno cuando un trabajo o profesión no es para ti. Decidir cambiar eso es un acto de valentía como pocos. Otra vez, salir de la zona de confort, reinventarte, no conformarte. Mi marido tuvo el valor y cambió de profesión. A mí me llevó un poquito más. Jamás me enamoré del derecho. Fue la llegada de mi primer hijo lo que me hizo despertar y la del segundo el punto de inflexión que necesitaba para verlo todo ya en tecnicolor. Mi segundo parto me llevó directamente al Box 2 de la UCI de la Clínica Sagrada Familia de Barcelona, con pronóstico grave pero consciente, 6 días con sus 6 noches en vela, sin más distracción que mirar al techo (sin móvil, libros, TV, visitas..) en la que pude pensar mucho, una vez superado el peligro, y comprender que lo más valioso que tenemos es el tiempo. Tiempo con los míos que podría acabarse mañana y que no quiero desperdiciar. La llegada de mi tercer bebé en diciembre será, si todo va bien, la consecuencia de todo eso, de que la vida hay que intentar vivirla a tope.
Nació así también, de esa idea, The Blue Balloon @ad_theblueballoon mi empresa, en la que me he dado cuenta he volcado mi idea del tiempo, la dedicación, la exclusividad y personalización, la calidad más que la cantidad. El amor por lo bello, lo bonito, lo hecho a mano (el tiempo otra vez). También Londres me ha proporcionado eso, crear algo diferente a lo que venía haciendo, sacudirte de encima el prejuicio de que dedicarte a algo para lo que no te preparaste en la universidad implica ‘degradarte’ profesionalmente, cuando creo que es todo lo contrario. El verdadero fracaso es quedarte haciendo algo que detestas. No cambiar. En Londres no se tiene miedo al cambio. En España sin embargo, muchos no dejan su trabajo por miedo a no encontrar nada, aunque ese trabajo sea fuente de amargura. Aquí muchos dejan trabajos muy decentes solamente por el deseo de prosperar, de mejorar y porque la oferta sí, está ahí, no nos engañemos.
¿Mi ideal de trabajo entonces?
El que no roba ni un minuto de tu tiempo personal. Gracias Londres por permitirme conciliar.
¿Mi país?
Donde estén mis hijos. Ni fronteras, ni idiomas, ni gaitas. Los –ismos (nacionalismo, sexismo, fascismo….) de cualquier signo, se curan viviendo en otro lugar. No teniendo más remedio que abrir tu mente.
¿Mi religión?
El respeto a las otras culturas, a las otras opiniones, a lo diferente. En Londres hay una raza distinta y propia que la define y distingue, surgida de la mezcla de todos los colores imaginables. Y se convive bien. Recordemos que Londres votó NO al Brexit.
¿La meta?
Aprender (Vale, y casita cerca del mar, pero no nos despistemos)
¿Quiero volver?
A veces sí y a veces no. En esa disyuntiva nos encontramos todos los asistentes a la cena, creo.
Echo de menos la luz mediterránea en invierno. Y el aperitivo en el chiringuito de la playa en cualquier mes del año. Los menús, excelentes, a 10 euros. El queso fresco (si alguien por favor encuentra dónde conseguirlo en Londres que me lo diga…), la playa, mis padres… Pero ya hice esa vuelta en el 2008 y una vez allí eché de menos también esto: los amigos, los parques, los teatros, la libertad, las oportunidades laborales, el que Escocia –mi pasión- está más cerca, el respeto y educación en el trabajo, el que se te valore y aprecie cuando haces las cosas bien, el trabajar desde casa (algo todavía no muy bien visto en España), el progreso, el que no hay techo, para un empresario eso es muy importante…
Decía que Silvia regala momentos de felicidad. Creo que la felicidad no es una estación de tren a la que uno llega después de un viaje más o menos largo, en la que te apeas y te quedas a vivir. No cabe instalarse indefinidamente en dicha estación, pero sí hacer alguna parada entre tramos lo más prolongada posible. Eso es Cenas Adivina. Una parada de tren, un oasis de aprendizaje y de inspiración, hacer un STOP, respirar, disfrutar, buen vino, buena conversación. Gracias Silvia. Queremos segunda parte.
Ana
Ana muchísimas gracias por compartir con nosotros tu experiencia. Fue una gran noche gracias a personas como tú, generosas, educadas, respetuosas, inquietas y con muchas ganas de «aprender disfrutando» juntas y ayudándonos unos a otros. Conoceros a todos fue un regalo!
Un mención a mi hermano Alfonso y a su mujer Susana por acogernos en su casa ese fin de semana y por animarse a venir a esta cena también y compartir su experiencia como Expatriado. Fue un gustazo compartirla también con ellos que son un sol!
Elena millones de gracias a ti especialmente por tu hospitalidad, eres una anfitriona magnifica y nos hiciste sentir a todos como en nuestra propia casa. También un gracias especial a Rocío que me ayudó muchísimo con el catering. Y a mis fieles colaboradores Organizados, Delicius & sons, Conservas de Cambados y La Rioja Alta SA, por permitirnos llevar lo mejor de la gastronomía de España a Londres en nuestra maletita gourmet.
Nos encantó conoceros a todos. G R A C I A S
Deseando volver a veros a todos,
Silvia
3 comentarios
Ana, me ha encantado todo lo que cuentas.
He vivido en Londres 3 años y 3 meses y me apasionó.
Madrid, que siempre la he visto como una ciudad grande y preciosa, ahora la veo una ciudad menos grande y menos preciosa 🙂 Y es que Londres es alucinante.
Yo era muy feliz en Madrid, me encantaba mi vida, pero me quedé sin trabajo y tuve la oportunidad de irme a vivir a Londres y me fui. Creo que ninguna decisión de mi vida me ha enriquecido tanto.
Cuando la gente en Madrid me dice eso tan nuestro de «pero como España no se vive en ninguna parte, verdad» yo siempre sonrío y les digo, «no os podéis ni imaginar lo alucinante que es vivir en Londres» Y se les cambia la cara.
Es que es verdad todo ese párrafo en el que dices que cuando vuelves a Barcelona echas de menos de Londres » los parques, los teatros, la libertad, las oportunidades laborales… el respeto y educación en el trabajo, el que se te valore y aprecie cuando haces las cosas bien, el trabajar desde casa (algo todavía no muy bien visto en España), el progreso, el que no hay techo, para un empresario eso es muy importante…»
La forma de vida y la forma de pensar fuera de España es así, por lo menos en Londres.
Y cuando vuelves a España te das cuenta de que has crecido muchísimo.
Muchas gracias por tu post porque me ha encantado.
Un beso muy fuerte y qué pena no haber podido estar ahí.
Las Cenas Adivina de Silvia son siempre geniales y se aprende mucho.
Muchísimas gracias Silvia, por darnos estas oportunidades.
Un beso!!
Gracias, Estrella. Sí, todas las experiencias en Londres contadas por los invitados a la cena organizada por Silvia tienen un historia, un bagaje, una especie de prólogo previo que a cada uno llevó a acabar aterrizando en esta ciudad. Y poner todo eso en común es tremendamente enriquecedor. Me hubiera encantado compartir la tuya tambien. Un abrazo. Ana
Muchísimas gracias Estrella, tú siempre sumas!!
Un beso enorme