[ Fotografía ] Gelatina de plata
Un día recibí un mail de Bárbara Solórzano, a la que muchos conoceréis por @unpocodecanela, contándome el caso de su amiga Cristina e invitándome a conocerla. Nunca la podré estar suficientemente agradecida.
No lo dudé un momento, admiré a esta mujer ya antes de conocerla, pero tras tomar un café en su casa salí de allí pensando en lo que seríamos capaces de hacer si valoráramos la vida como lo hace ella.
Tuvimos la suerte de escucharla contar su historia, una de esas que parece que se truncan, pero que la actitud y el valor las vuelven a poner en su sitio y las llena de recobradas ilusiones.
Era jockey profesional y aunque tuvo que renunciar a esta pasión se enganchó a otras. El deporte y su hija mueven su corazón y este verano consiguió ser la primera mujer en cruzar el estrecho a nado.
Perseverancia, disciplina, pasión, ilusión y un corazón enorme el de esta mujer que quiere demostrar que la vida no termina con esta enfermedad.
En general las noticias de «desgracias» ajenas nos motivan a valorar más nuestras vidas. Consideramos que tener las cosas más fáciles es una obligación para exprimir nuestra existencia y quitarnos el derecho a la queja. Ojalá el efecto fuera tan real e inmediato, aunque no creo que se trate de no quejarse, se trata más de la capacidad de sobreponerse.
Cristina dijo que no cambiaría nada de su vida. Me dejó impactada pero entendí escuchándola, que esta situación en principio terrible le ha dado otras cosas que sin vivirlas no sabes valorar: claridad mental, seguridad, empatía y sobre todo inmensas ganas de vivir con la calidad que ella necesitaba.
Cristina es valiente, generosa, tozuda, constante y con una capacidad de sacrificio seguramente fuera de lo normal.
La realidad es que Cristina es desde pequeña una persona excepcional. Se levantaba a las 5 am para montar a caballo, siempre ha tenido clara su pasión y «no poder» es algo que no entraba en su vocabulario. Su carácter ha sido fundamental en cómo encaró desde el principio la enfermedad que le ha tocado vivir.
Lo que más me llamó la atención fue su tajante decisión de no hacer caso a los consejos médicos. Normalmente a estos profesionales no se atreve a cuestionarles nadie. Cristina si lo hizo, sabía que intentar culminar sus sueños sería lo único que realmente la salvaría. El deporte y su hija demuestran que escuchar al cuerpo y a la mente es igual de importante que atender al mejor médico del mundo.
Tras esta velada puedo decir, sin miedo a parecer Antoñita la Fantástica, que la constancia, la ilusión, el amor, el esfuerzo son la mejor medicina. Tener retos que cumplir es vital para esta mujer que como buena deportista profesional siempre piensa en superarse.
Insiste en que es una persona normal, estoy de acuerdo. Como a todos, ser cómo es le ha traído experiencias buenas y malas, amigos para siempre y otros que se han quedado por el camino. Es en realidad la vida de cualquiera salvo por una cosa, la ausencia de miedo y altas dosis de valentía. Cristina habría liderado batallas en la edad media, todas aquellas que hubiera considerado que merecían la pena. Creo que como Aquiles tendrá su punto débil pero aún no lo hemos descubierto.
El miedo es la emoción más paralizante, es capaz de conseguir que dejemos de luchar si se apodera de nosotros. No se trata de ser valiente tampoco, sino de ser luchador.
Le pregunté si la enfermedad había cambiado su manera de ver la vida, si sus vivencias le hacían educar a su hija de forma distinta. Me contesto que básicamente enseñaba a su hija a levantarse sola cuando cae. Por supuesto corre a su lado y la consuela si se hace daño pero la quiere demostrar que el mejor amigo de cada uno somos nosotros mismos. No esperes que los demás hagan por ti más que tú mismo. La responsabilidad de cómo te encuentras empieza siempre en cada uno de nosotros.
Escucharla fue emocionante. Verla feliz e ilusionada por nuevos retos me alegró enormemente. Esta mujer tan generosa como valiente siempre comparte sus triunfos con los que más lo necesitan. Aprender de su experiencia y tener claro que todo lo que nos pasa en la vida es una oportunidad para vivir más intensa y conscientemente me encantó.
Las invitadas que nos acompañaron compartieron también miedos, experiencias e inquietudes que provocaron nuevos aprendizajes. Gracias a todas ellas y en especial a Isabel de 82 años por acompañarnos y demostrarnos que aprender juntos es un buen plan para cualquier edad.
Y mil millones de gracias a Mariu por estas fotos tan bonitas y a Organizados por esa materia prima maravillosa para elaborar el menú y los riquísimos vinos de las bodegas Valmiñor Ebano para acompañarlo.
Con cariño,
Silvia